8.12.06

26

Una vez pasada la crisis de cuarto de siglo, se entra en el limbo cronológico que consiste en esperar, como quien espera el castigo cometida la tropelía, la decena trágica, conocida también como los treinta.

Los 26 es la edad en la que uno comienza a preocuparse por las cremas antiarrugas, en la que uno empieza a recibir comentarios (con un ligero dejo de envidia y compasión a la vez) de las congéneres ya casadas y con familia acerca de lo preocupante que es nuestro estado civil, en la que la sección jóvenes de las tiendas departamentales pierde absolutamente todo el encanto, para que nos volvamos clientas del departamento mujer contemporanea si bien nos va.

También tiene su lado bueno, es lo que me han dicho todos los que pasan de cuarenta. Yo todavía no se lo encuentro.