Me emboscaron. Mi madre y mi abuela con casa llena se ponen a contar anécdotas de mi infancia. Con las mejillas de color rojo tomate y sumegida en mi silla intentando pasar desapercibida (no lo logré), escuchar todas esas historias me hizo reir (y a los demás también).
La lógica de los niños es maravillosa. Un día que le pedí un juguete a mi mamá y me dijo que no tenía dinero para comprarlo, le contesté: "Ve al banco, ahí te lo dan". O también mi costumbre de llamar a la tienda departamental Suburbia, Miburbia. Después de todo si es suya, podría ser mía.
También mi hábil manejo del lenguaje (un eufemismo para "boca de carretonero") a los dos años. Con el amor a los animales que aún me caracteriza, cuando visitaba la casa de mis abuelos solía abrazar al gato.
Ustedes entienden que a tan corta edad uno no tiene perfecto control de sus extremidades por lo que más que abrazar al gatito, lo sujetaba por el cuello mientras caminaba por la casa.
Un día, harto el gato (no lo culpo) me rasguñó el brazo, y mi abuela fue testigo de una reacción que hasta el día de hoy la mata de la risa: aventé al gato y dije, a mis dos tiernos añitos, chingado gato.
Suficiente. I'm oversharing. Bueno, como si yo fuera la única persona que hizo alguna barbaridad en su infancia...
19.1.06
Anécdotas de la infancia: recuerdos de cuando no tienes memoria
Publicadas por Blu a la/s 01:55
Etiquetas: Autoblugráfico
Suscribirse a:
Comment Feed (RSS)
|