8.8.05

Tragos y cena: una señal de que estás madurando

Yo no solía pensar en reservaciones. Pensaba en el vestuario de la noche, en la compañía, en la música, pero no en un menú, ni en una lista de espera. Una señal inequívoca de que estás madurando: dejas de salir a tomar un trago para comenzar a ir a cenar.

Ya sea con las amigas o con el significant other ahora en vez de decidir si beberán una cerveza o un ginebra, se trata de elegir una entrada. Lo comentaba el otro día con n.l. quién en un principio me tachó de paranóica, pero después de pensarlo con más detenimiento estuvo de acuerdo conmigo.

Cuando eres una pollita (expresión mexicana para una persona joven) no te importa si vas a cenar o no, te importa la cerveza. Tienes un estómago de hierro que soporta un caballito de tequila sin rechistar y espera hasta el final de una noche de buena fiesta para ver si le toca llegar a los tacos árabes antes de irse a dormir.

Quien justifique la pérdida de vitalidad con el aumento de poder adquisitivo solamente intenta desviar la atención del verdadero problema: nadie se vuelve más joven. Lo dijo j a propósito de organizar una reunión para el fin de semana siguiente: "Mejor nos vemos el viernes, para tener dos días para reponernos". A lo que hemos llegado.

Dónde andas Boo?
Me urge que llegue M. para irnos de gira artística nocturna sin tener en cuenta a la tripa, brincotear con mucho estilo y cerrar la noche en uno de esos lugares que tienen mesas de metal con manteles chafas y música de rocola. Una de esas fiestas en las que sales a la calle cuando es de día, y regresas a tu casa caminando con el ajuar de mariposita nocturna, una buena fiesta.